viernes, 24 de septiembre de 2010

Mil palabras igual a tres.


Y finalmente tan sólo quedará esta la palabra abierta porque las otras entradas a mi vida se cerraron para siempre, ya ni siquiera puedo yo entrar. Núnca podrá usted imaginar que realmente fue dificil para mi, pero entienda que entre tanto de lo mismo yo ya no quería que siguiera siendo así, no hay manera de mirar con buena cara y ojos de esperanza o alegría una cuestión que de tan vacía únicamente ha dejado otro hueco en mi colección de sentimientos y especulaciones. Es que para entender y percibir mi desazón tendría que estar acá junto a mi, o tan cerca que pareciera que se confunde con mi piel y mi olor… En conclusión fue usted quien así lo dispuso, un gran abismo antes de alguna mirada definitiva.

Hubo oportunidad, hubo espacio, hubo ganas, pero más egoista que yo fue usted, pues no quiso decirdirse a conocerme tan solo un poco más allá de los apetitos del momento; yo que tenía una serie de ideas al respecto, yo que no paraba de imaginar, yo que quería revestir de sentido absoluto cada palabra, transformarla y seguir pensando que eso no era solo placer fútil, sin duda la lujuría daña, mata un poco cada vez que se experimenta desligada del afecto. Me equivoque sin motivos que me alentaran a ello, me equivoque confiando en que el interes simulado era cierto. No podría estar yo mintiendo ahora, pues cada cosa que escribo confirma que si existen tales palabras es porque todo era tan cierto que lo creí más de la cuenta; mientras tanto para usted, igual que para otros tantos, era parte del mismo juego de siempre ese de dame un poco que yo te daré menos.

Un drama, una ficción, una novela en fragmentos de ida y vuelta; son las palabras culpables, son esas que te revuelven las entrañas para no dejar que se acomoden de nuevo, son esas mismas que te transforman, son aquellas que te llevan a alucinar, son las benditas palabras que de la gloria te dan un tumbo al fracaso habitual.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Y finalmente tan sólo quedará esta la palabra abierta, porque las otras entradas a mi vida se cerraron para siempre, ya ni siquiera puedo yo entrar".

Nada más cierto, triste y compartido