Quiero un cuarto de revelado, pero de revelar de la voz, un lugar chiquitico, acogedor, con buena acústica, sin exceso de iluminación… intimo, muy mío. Quiero comenzar a abrir con palabras una especie de caja de pandora, quiero chispear dosis pequeñas y profundas, quiero mi pequeño propósito apasionado. Empezarlo, quererlo, vivirlo, sufrirlo y gozarlo; lo necesito para regalarle lo que soy y para darle forma, amar más allá de lo tangible, enamorarme de verdad.
Caminar descalza entre sonidos, apropiarme de tonadas, emocionales, eclécticas o surreales, utilizar los sentidos por completo y en concordancia armoniosa, saborear las anécdotas compartidas en un espacio sin paredes, sin limites y sin motivos fijos para no espantar a las musas espontaneas de inspiración. Tropezar con voces, divagar por los sueños locos entre dormidos y despiertos compartir la experiencia, a veces de solitarios empedernidos y taciturnos o de risueños escandalosos. Saltar, respirar mientras me sumerjo en el mar de rincones prestados, vacilar un poco con aquello trascendente para el mundo, explotar en júbilo con pequeñeces. Abrir la mente sin dejar de SER, estar atenta sin dejarme caer y distraerme de vez en cuando; contradecir, volver a decir, excusarme, callarme si es necesario. Pensar que hay un poco más y que yo lo voy a poder agarrar.