Y no me importa quedar en ridículo y que quien pase por aquí no vea si no una lamentación pública, las esferas de la intimidad y lo privado por estos aires ya ni cuentan porque uno termina perdiendo la vergüenza; eso si, prefiero perder la pena y sonrojarme un rato a perder del todo la dignidad, porque eso mi querido amigo es lo único que me queda y voy a lucharlo. Señorita espía que pasa y re-pasa por aquí creo que buscando respuestas, espero que las encuentre por fin y pueda cumplirse lo que reza el dicho… “A una buena entendedora…” Yo estaba, inocente y crédula, usted regreso… pero yo, nunca, nunca me fui. He estado en el suplicio de verle mentir, he vivido momentos de nausea y sin embargo cínicamente otros de placer; me temo que si, que no miento, no me arrepiento. No fue instinto, fue sentimiento, convencimiento y algo que podría llamarse una suplica mutua, esa que desencadena lo inevitable cuando hay dos que se quieren, así no lo griten y así se lo nieguen como sé que pasará ahora.
Y esta declaración, esta segunda carta abierta en mi espacio, en mi válvula de escape exclusiva no es con ánimos de venganza ni con vestigios de resentimiento, es más bien con ansias desesperadas de purgar mi pensamiento incesante. No es por usted, mucho menos por ella, es por MÍ. Hay que parar esto antes de que se convierta en un juego despiadado en el que nos hagamos más daño, porque sé que no es justo para ninguno y porque independientemente de todo valemos tanto que es mejor decir ADIÓS para siempre, de una vez y por todas...