Le amo, le pienso, lo tengo metido en mi alma como desde el primer
momento que supe que estaba enamorada...
Y aún no sé si mis palabras son el principio o el final de un cuento, no
sé ni siquiera si está bien contado, no sé si la anacrónica nos ganó,
no sé si somos un pasado, un presente o un futuro.
¿Seremos olvido?
¿Seremos historia?
¿Somos cenizas o retornaremos de los vestigios de un amor?
¿Qué somos y para dónde nos fuimos?
En la vida uno espera no tener que recordar las demencias absurdas de lo
que nos destruye...
¿Pero cómo se hace para renacer desconociendo lo que fuimos y en que
fallamos?
Las preguntas, incesantes, insistentes, ansiosas, llenas de esa agonía
que nos desencadena la impotencia de los porqué, nunca paran; y mientras tanto
se queda el amor, ese desesperado, apasionado, terco, crédulo y
paciente.
Somos eso, somos lo otro, somos lo que nos gusta y lo que detestamos,
somos esperanza y desconsuelo, somos presencia y ausencia. Y el amor sigue
estando aún y mientras tanto.